Reconozco que es usted un personaje político por el que siento un especial interés. Es usted una de esas personas de las cuales uno sabe que en el fondo de su alma hay un substrato en el que se encuentra el origen de todo: pensamiento, carácter, ideología, palabras..., i que escenifican un odio intenso, exacerbado y violento. Porque, efectivamente, es eso lo que usted siente hacia los catalanes.
Algunos dirán que usted no es un ser único. Y lo compararán con Albert Rivera o Jordi Cañas, por poner un par de ejemplos. Dos muestras válidas desde el punto de vista de transmisión de un mensaje parecido. Además, los tres se desenvuelven a la perfección en las tertulias de las televisiones de la extrema derecha anticatalana. Pero no es lo mismo.
Tengo la certeza de que el día en que Catalunya se independice, Rivera y Cañas se aprenderán Els Segadors de un día para el otro. Al fin y al cabo, no dejan de ser dos ejemplos de un viejo lerrouxismo al que han pasado una mano de barniz para que parezca nuevo. Dos bon vivants de la política catalana que han encontrado un filón en un segmento social determinado. Nada más.
Pero usted es diferente. Usted es especialmente siniestro. Hoy en un medio de comunicación británico ha calificado el gesto de votar como "un acto criminal", refiriéndose al referéndum catalán. Y ha vuelto a poner sobre la mesa la necesidad de una actuación policial contra la ciudadanía. Antes ya pidió la intervención de la Guardia civil y propuso asfixiar económicamente a Catalunya.
Cuando se expresa en estos términos siempre me pregunto si usted debe tener hijos. Porque ningún padre decente emplearía un discurso tan cargado de violencia contra una sociedad; contra hombres, mujeres, niños. ¡Qué aberración! Usted nunca defiende el diálogo, la democracia, la libertad. Su discurso se basa en la violencia, en el uso de la fuerza, en las armas (¿o su ejército, guardia civil o policía vendrán disparando flores?).
No puedo dejar de preguntarme qué debe ser eso que le ha convertido en lo que es. Qué cosa tan grave ha vivido en algún momento de su vida en Catalunya. Debe ser terrible despertar cada mañana con ese demonio metido en el cuerpo, que le lleva a mostrar unas ansias tan indisimuladas de destruir a un pueblo.
Igualmente, me pregunto cómo es posible que una persona tan antidemocrática, con tics tan extemporáneos, pueda ser diputado en un parlamento, en su caso, europeo. La verdad, su sola presencia no dice mucho a favor de esa institución.
Igualmente, me pregunto cómo es posible que una persona tan antidemocrática, con tics tan extemporáneos, pueda ser diputado en un parlamento, en su caso, europeo. La verdad, su sola presencia no dice mucho a favor de esa institución.
Pero en cambio, yo a usted no le odio. No, de verdad. Por usted siento lástima. Y si fuera capaz de entenderlo, incluso le propondría un trato: déjenos en paz. Olvídenos. Sea caudillo de su patria o conviertáse en lo que de buena gana le convenga. Nosotros le ignoraremos para siempre. Es fácil: nosotros no le obligaremos nunca a ser catalán. No nos obligue usted a ser sus compatriotas.
Haga un esfuerzo. Es por su bien. Porque debe ser terrible vivir con esa inquinidad interior. Usted no puede ser feliz. Por eso espero, sinceramente, que algún dia pueda liberarse, alejarse de todo lo catalán y descansar. Nosotros, se lo aseguro, también descansaremos.
Haga un esfuerzo. Es por su bien. Porque debe ser terrible vivir con esa inquinidad interior. Usted no puede ser feliz. Por eso espero, sinceramente, que algún dia pueda liberarse, alejarse de todo lo catalán y descansar. Nosotros, se lo aseguro, también descansaremos.